Parroquia de Santas Justa y Rufina
La más antigua de las parroquias toledanas que ahora llamamos muzárabes, y por lo tanto, la más antigua de todas, porque las muzárabes son anteriores a las latinas, es Santa Justa, fundación de Atanagildo en 554 a 555 de la era vulgar. Además es el edificio toledano que conserva mayor antigüedad, pues como diremos más adelante, aún dura parte de su arquitectura visigoda, y no es cierto-como dice Parro-que en 1537 la devorase un incendio, haciendo necesaria su reconstrucción. El incendio fue en 24 de Mayo de 1659, y no alcanzó a la iglesia, sino a las salas de la Santa Caridad, y del que hemos publicado una relación contemporánea estampada por el párroco licenciado Francisco de Messa en el libro de fábrica que empieza en 1653.
La iglesia primitiva tenía una orientación distinta de la que tiene hoy. La puerta principal (si tenía más de una) estaba casi al lado de la actual; y de ella queda la mitad, y el ábside estaba en frente, y se ve aún por la calle de la Ropería, pudiéndose observar, sin ninguna duda, que tenia el mismo carácter romántico de ladrillo malamente llamado mudéjar, que las demás iglesias toledanas, es decir, que hubo una reconstrucción de todo o parte entre los siglos XIII y XIV a que pertenece tal estilo.
De las dimensiones de la iglesia no se puede decir hoy nada, porque para ello sería necesario hacer investigaciones en la iglesia, pero debía ser bastante más chica que la actual, porque tenía un claustro (1) y éste había de estar necesariamente dentro del perímetro actual. El hallazgo de la media portada visigoda se me debe a mi solo. Hace muchos años que, haciendo un recalzo del muro que da a la calle de santa Justa, se encontró una pilastra con bellas labores visigodas, y a petición de la Comisión de Monumentos histórica y artística, se dejó al descubierto. Yo la vi cuando vine a Toledo en 1912, y desde entonces tuve la intuición de que aquel resto arquitectónico estaba en su sitio y era soporte de algo. Intente verlo rozando el muro por los lados a buscar si en los otros lados tenia labores, pero ni la Comisión, ni el cura, ni nadie me hizo caso. Pasaron algunos años, pocos, y creada la Real Academia de Bellas Artes y Ciencias Históricas, la propuse hacer la investigación por cuenta de la Academia. El hoy cura y académico numerario don Ángel Maria Acevedo y Juárez lo acogió con entusiasmo, previo el permiso del prelado, se hizo la exploración, dando por resultado que la pilastra de una sola pieza, aunque rota por arriba, tenía en su intradós una especie de fuste central y dos cenefas, terminando a manera de capitel de grandes pencas, y sobre este soporte arrancaba un arco de herradura con hermoso despiezo, y con el intradós una labor de círculos tangentes y cintas que los encerraban de poquísimo relieve. El arco estaba encerrado en una especie de arrabá rehundido. Solo se conservaba la mitad, que se ha dejado al descubierto, y es lastima que no se haya dejado en condiciones de poder ver los intradós del arco y la pilastra. También es muy de lamentar que no me dejara descarnar todo el muro, pues sobre la puerta y a los lados debe haber huecos de ventanas y tal vez de coronamiento de la portada y de carácter ornamental. Por el interior también debería descubrirse el muro, mucho más cuando hay en él huecos tapados con cuadros que no se sabe lo que son ni para qué pudieron servir. No estaría demás escudriñar en las capillas del lado del Evangelio, que aunque unas son churriguerescas y otras ojivales, es posible que antes fuesen otra cosa, y sobre todo ver si esta iglesia tenía un ábside, tres o cinco, que todo pudiera ser.
Hemos dicho que la iglesia tenia claustro o claustra, como decían entonces, y por un documento que se guarda en el archivo parroquial, resulta que tal dependencia, que debió ser muy grande, estaba desde el lado del Evangelio, dada la antigua orientación, hacia la calle actual de Belén, interponiéndose entre la calle y la claustra, una casa sola, que era de un mercader llamado Lorenzo de Dueñas. Siendo la parroquia cuyo nombre lleva esta calle una de las más antiguas de Toledo, por su evidente filiación visigoda, y restando aún la mitad de su portada de tal época (soportando parte de un arco árabe) en su lugar primitivo, opuesto al ábside mudéjar que sustituiría al anterior hacia el siglo XIII, es evidente que la calle tiene una antigüedad similar a la de tal portada, sin que haya debido variar su trazado entonces.
No quedan de tales fechas documentos escritos que la mencionen; pero si los hay, y abundantes, a partir del siglo XII. En 1175 se cita ya al Mesón del Lino, propiedad durante siglos de la catedral primada y que debe su nombre a la planta textil, antes imprescindible para los tejidos suntuarios y cuyos vendedores debían darse cita en este lugar. Cerca del Mesón se vendía también hierro a sus manufacturas por entonces, pues se mencionan también a las tiendas de los Herreros, como linde de unas casas inmediatas a la posada.
Al comienzo de la calle, en su enlace con la de Cordonerías, estaba por aquellas fechas el Zoco de los Drogueros, que debió extenderse por las calles de la lechuga y parte de la de la sal. Otro edificio citado en este lugar es el corral del Albéitar, propiedad también del Cabildo catedralicio. Quizá por esta concentración tan variada de artesanos y de comerciantes, que nos traen con sus nombres un recuerdo vivido del Toledo medieval y que debieron producir una frecuente concentración de público en estos zocos y mercadillos, no se llama todavía por entonces a la calle de que tratamos con el nombre de su parroquia. Se designa, en cambio, al paraje con dos nombres de origen árabe: Alhatares y Alania, en los cuales hubo dos incendios (tal vez por las mercarías de los Drogueros o por el lino seco) que debieron tener importancia, pues los reseñan los anales toledanos en los años 1187 y 1220. Todavía se registraban tales antiguos nombres en 1800; pero, naturalmente, estaban ya en desuso, por lo que se indican que estaban “Al Mesón del Lino, S.Xines”. Como todas las parroquias de Toledo, Santa Justa disponía de un lugar para enterrar a aquellos de sus feligreses que, por su modesta economía, no hubieran adquirido una capilla o cripta para sepultar a sus familiares. Este lugar era la claustra, como entonces se llamaba; y tal claustro estaba a un costado de la iglesia primitiva, bastante reducida. Como indica la portada goda a que antes hemos aludido, la nave principal y seguramente única del templo, tenía la cabecera hacia Oriente, o sea que limitaba con la calle de Cordonerías y los pies en la calle de Santa Justa.
El claustro estaba al costado del Evangelio de esta iglesia antigua ocupando gran parte de la actual más patinillo descubierto y que hoy tiene acceso directo bajo un cobertizo, que sostiene la que fue vivienda del párroco, desamortizada en 1841. Pero en el siglo XVI se decidió ampliar la modesta iglesia, encargando al celebre arquitecto Alonso de Covarrubias las obras que habían de casi triplicar la nave antigua. Lo hizo absorbiendo casi toda la claustra y variando radicalmente la orientación, así como cabiendo una nueva portada, también trazada por él y que hoy se cobija con un tejadillo barroco, uno de los pocos que todavía no han sido eliminados en las iglesias toledanas. Así continúa hoy, con escaso interés arquitectónico, salvo su portada antigua y la nueva, así como el ábside, casi oculto por casucas que deberían eliminarse para dejarle al descubierto. Sigue siendo parroquia muzárabe, con escasísimos feligreses, pero con culto frecuente, especialmente en Semana Santa, por salir de ella la mejor de las procesiones que subsisten en Toledo. En el siglo XVII llegaba hasta esta calle el todavía prospero barrio de los mercaderes de seda, agrupado en el que fue poderoso Gremio del Arte de la Seda, quienes tenian comercios y almacenes en la calle de las Cordonerías y en la parte alta de la cuesta de Belén. Y en el siglo XVIII se anotan catorce casas en esta calle, una de la feligresía de San Gines (la de la acera derecha, excepto el mesón, y el final de las dos aceras hacia Cordonerías) y a la de San Nicolás el resto. Seguía funcionando el ya venerable hospedaje, señalado entonces con el número 14 y arrendado por la Catedral en 1.200 reales anuales a cierto Pedro García Negrillo, probable ascendiente de sus actuales dueños.
Salvo el natural cambio de inquilinos y de actividades gremiales, no ha tenido apenas variaciones de importancia en este paraje. La casa o casas que había en la esquina frontera al Mesón se derribaron en el último tercio del pasado siglo, para alienar de nuevo la cuesta de Belén y el comercio de la calle de la Plata. También se hicieron algunas obras en la casa adosada al ábside actual de la iglesia, que ostenta en su puerta interior las iniciales de su propietario, el escribano Pedro de Roa, y la fecha de ellas. El Mesón comenzó a llamarse hotel y se reformo considerablemente hace pocos años, aunque aún se reconoce el patio del parador donde en su tiempo se alojaron las caballerías y los vehículos de sus huéspedes. El resto sigue igual desde hace al menos un siglo, convertido al desaparecer sus mercaderes en una calle tranquila, residencial y modesta. (1) En las cuestas de fábrica de 1972 se consigna el pago de 25.508 maravedíes del “reparo que se hizo en la puerta que sale a el claustro de esta iglesia”.